El misionero se identifica con su destino

photo-montage-557618_1920La lectura de una entrevista con el director nacional de Obras Misionales Pontificias en España, Anastasio Gil, publicada en abril 2015, nos sugiere que extraigamos algunos datos poco conocidos sobre este papel fundamental de la Iglesia Católica y los expongamos a los amigos que leen “Impulso irresistible”. Por ejemplo, que los católicos que hay en el mundo (no confundir con cristianos que es concepto más amplio) son 1.228 millones, de los cuales 200 millones están en territorios de misión. Jugando a las estadísticas nos da que casi uno de cada cinco católicos en todo el planeta vive su fe en uno de los más de 1.100 Territorios de Misión. Hagamos un paréntesis para no ser devorados por cifras, solamente para decir que entre la total población europea, tiene considerados a los misioneros como la parte de la Iglesia capaz de salvarse de otras críticas, algunas bastante duras, porque son personas de una donación personal absoluta, sin hacer ruidos ni teologías de quita y pon, con calidad humana y un especial sentido vocacional, pues cada uno de los enviados a terrenos de misión se identifica inmediatamente con la vida del pueblo al que es destinado, muchas veces llegando a morir allí. Saben de la responsabilidad asumida, de su especial papel, de su paciencia (la virtud que más admira en ellos Anastasio Gil). “En sus gestos y palabras muestran siempre el rostro de Dios paciente que sabe esperar”.Los medios de comunicación actuales, y especialmente internet, permiten, más o menos, tener a los misioneros mejor localizados, siquiera sea para mantener alguna conversación familiar y posibilitar los mensajes navideños y pascuales, pues aunque saben por dónde van, en el sentido del seguimiento del calendario litúrgico, les vienen muy bien los contrastes de saber de celebraciones en sus lugares de origen, pues sigue siendo su referente. Actualmente hay nada menos que 13.000 misioneros españoles, el total de una población media en nuestro país, que gastan su vida en el silencio y en el anonimato. Para ellos, dice Anastasio, su orgullo es desaparecer. Hay un ejemplo relativamente reciente que lo remarca: Cuando ocurrió la catástrofe del sunami en Extremo Oriente, de España partieron muchos grupos para ayudar a los damnificados, tal como reflejaron los medios de comunicación, puesta su admiración en los voluntarios. Pero nadie se hizo eco de los 144 misioneros españoles que no tuvieron necesidad de ir porque ya estaban allí, y tampoco retornaron. Anónimos.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *