«Carpe Diem» (cosecha el día)

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Esta expresión de raíces latinas que utilizó Horacio, el que se considera como principal poeta lírico y satírico, pero que en realidad fue un escritor reflexivo y refinado, está sacada de la siguiente frase: “Carpe diem quam mínimum crédula postero”, que, traducida de modo libre significaría “Aprovecha cada día, no te fíes del mañana”. Parece ser que en sus exhortaciones públicas Horacio la utilizaba mucho, de modo que pasó a formar parte del lenguaje coloquial de muchos con el mismo tono persuasivo con el que el poeta quería decirle a la gente que nadie debe dejar pasar el tiempo de modo improductivo, o sin disfrutar el “ahora” –el tiempo presente- sin sacarle provecho a cada placer que se nos ponga en la vida.

Ya se vislumbra en una actitud moral que sería una irresponsabilidad no pensar en el futuro perdido con las tonterías del presente, no tener una especie de seguro para una vida tranquila. Pero la gente lo llevó al extremo y creyó que el “carpe diem” era una prohibición ética que impedía “matar el tiempo” con cosas innecesarias, o incluso malsanas, que robarían tiempo para prepararnos mejor ese futuro que ha de trabajarse cada uno. Y, en efecto, podrían ir muy acertadas esas interpretaciones, si no fuera porque de tanta obsesión que se ponía en el presente se llegaba a olvidar el futuro. La traducción que más se repite es: “Cosecha el día”, sácale mayor partido a lo que tienes ahora y olvídate de lo que pueda venir. Mejor sería interpretarlo como “aprovecha el día” para prepararte.

En realidad, esta es la discusión de todos los días con los vagos y los que viven al día porque la propia vida y la apatía con que se ve y se vive no dejan ver un porvenir que ni siquiera se sueña o se ambiciona. La expresión era un salvoconducto para los haraganes y perezosos (“hay que vivir a lo loco”, decían), para los vividores, pillos, ladrones, usureros…, para los renegados y los impíos. Nuestra vieja frase de hoy la hemos recuperado precisamente porque es algo que también se aconseja a los que se acercan a los penúltimos años de vida. ¿Por qué tenemos que abandonarnos tanto y dejar que otros hagan con nosotros lo que quieran? Se suele decir que “los abuelos son memoria viva en una familia”, “terreno sagrado que habría que venerar”. Los ancianos aún se dejan impresionar por la maravilla de la naturaleza y por los avances de la técnica, a la vez que van perdiendo las facultades físicas con humildad y alegría viendo cómo alrededor es la propia vida la que “cosecha cada día”.

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