Jorge Gutiérrez le hizo una entrevista “total” al filósofo del sentido común Gregorio Luri, que fue maestro antes que gurú. Y dice que aquello fue como pulsar la tecla de escuchar, puesto que tiene una gran capacidad para hablar de todo ya que todo en esta vida le apasiona. Acaba de publicar “La imaginación conservadora”, título que obedece más a la actual manera de entender la vida en nuestra sociedad, en la cual si usted es mujer estará más en contra mía que conmigo, y que pasa lo mismo con las demás señas de identidad que han cogida fuerza y ardor guerrero. Él dice que para situarse en el debate del presente hay que hacer caso a Aristóteles que aconsejaba ver las cosas humanas con cierta ecuanimidad, una virtud que se coloca en lo alto del ranking de las cosas que se hablan en cualquier lugar y grado de cultura, aunque está a punto de ser superada por la indignación. Ambas afirmaciones se ven nada más mirar los comportamientos y las conversaciones de las personas supuestamente normalitas (queríamos decir no muy sobresaltadas). Pero también hay que contemplar el panorama subidos al balcón de las emociones, un lugar muy apropiado para verlo todo y tratar de comprenderlo, pero resulta no ser nada como creíamos.
Hoy, además de urgirnos casi todo, nos asoma el vómito de ver lo incomprensible. Dice Luri que la náusea es muy volátil, pues estamos comiendo nuestro bistec cómodamente en casa y vemos una imagen en la televisión que nos obliga a exclamar “no hay derecho”, pero se pasa a otra noticia y hemos de seguir comiendo. A él la palabra “felicidad” le parece extraordinariamente equívoca, y, como a nosotros, no le gusta utilizarla. Y más en este momento donde la felicidad la puedes encontrar en farmacias y en quioscos, en pastillas y en cursos por entregas. “Lo que reivindico”, dice, “es la nobleza de amar la vida a pesar de las zancadillas que nos pone. Amar la vida con sus complejidades. Hay que procurar ser buenos, virtuosos y ya llegará –o no- la felicidad”. En cuanto a ciertas aspiraciones modernas este es su consejo: “Quizás poner los pies en el suelo sea muchas veces el mejor de los sueños. (…) Hay que ser comprensivo con los que se empeñan en convertir la vida en un sueño porque probablemente sin este edulcorante les resultaría muy sosa. Pero hay que saber que lo noble (y me atrevería a añadir que lo piadoso) es amar la vida con sus dificultades”. Aconseja Gregorio Luri a los jóvenes estudiantes que aprendan y distraigan sus pensamientos con la “lectura lenta”, que estará muy bien apoyarla con ilustraciones, para que lo leído cale mejor.