La Europa que viene

SONIA MARCO

El próximo domingo 26 de mayo los ciudadanos de la Comunidad Valenciana tenemos una doble cita con las urnas, donde votaremos por los designios políticos de los cuatro próximos años de dos ámbitos territoriales muy dispares: nuestro municipio y Europa. Lo más cercano y lo más lejano en cuanto a nuestros derechos y deberes se refiere, en un mismo día donde el ciudadano deberá decidir por quien defienda sus intereses que, en el caso de las locales puede tener claro en qué medida le afectará quien gobierne, pero que en las europeas no tanto, a pesar de los 34 años que han pasado desde que España entrara en la entonces llamada Comunidad Económica Europea, UE desde 1993.   

Sede del Parlamento Europeo.Por ello, se espera las elecciones europeas tiren de la alta participación en las locales para superar el 43,81% que obtuvieron de media en el territorio español, que en el caso de la provincia de Alicante fue de un 45,7%. Además, estos comicios serán los últimos donde no haya umbral electoral para obtener representación, pues según la modificación aprobada en julio de 2018 por el Parlamento Europeo, a partir de las siguientes cada estado miembro deberá modificarlo entre el 2% y el 5%, una normativa que perjudica a los partidos nacionalistas, que no podrían alcanzar la cifra en votos.

De momento, el domingo el ciudadano español tendrá la oportunidad de elegir entre 32 candidaturas la propuesta que más le satisfaga. Además de los partidos de ámbito estatal como PP, PSOE, C´s, VOX el PACMA, se presentan las alianzas Unidas Podemos Cambiar Europa (IU, Unidas Podemos, Cataluña en Comú y En Comú Podem), y las nacionalistas que se presentan con nuevas denominaciones que juegan al despiste, como Ahora Repúblicas (con Bildu, BNG y Esquerra Republicana, entre otras), y Coalición por una Europa Solidaria (PNV, Coalición Canaria, agrupación Atarrabia, Demòcrates Valencians y Proposta per les Illes Baleàrs).

La incógnita británica

El pasado jueves 23 los británicos ejercieron su derecho a votar en los comicios europeos, puede que por última vez a razón de la aplicación del Brexit, lo que reduciría el pleno del Parlamento Europeo de 751 a 705 escaños.  Algunos estados miembros aumentarían su representación, como el caso de España que pasaría de tener 54 escaños a 59.

No obstante, nada está definido tras el aplazamiento de la salida del Reino Unido al 31 de octubre ante el bloqueo de la cámara británica a las negociaciones de Teresa May.  Hasta entonces, podría abrirse la puerta a un segundo referéndum por la permanencia o no en la UE aunque, como señaló el embajador británico en España Simon Manley el pasado lunes en un encuentro organizado por el Club Información y Casa Mediterráneo, “el Gobierno Británico llevó al Parlamento un proyecto de ley que tiene como objetivo la ratificación  del acuerdo de retirada de la UE que logramos hace 6 meses con nuestros socios europeos, que incluye la posibilidad de una segunda consulta. Pero no es un compromiso en sí mismo de consulta legal, para lo cual se necesita la aprobación de la comisión electoral británica. Es un proceso político y jurídico, que requiere el apoyo parlamentario y estamos en el principio del mismo.”

Refugiados inmigrantes en una estación de tren alemana en 2015. Lo que nos jugamos en la UE

Ante los retos planteados para el próximo quinquenio del futuro de la UE, además de su propia configuración, las políticas que se deciden a nivel supranacional y que nos afectan en lo económico son, entre otras, las referidas a áreas tan decisivas como el medio ambiente, la competitividad de las empresas o los impuestos a las grandes tecnológicas. Se trata de decisiones tomadas en Bruselas que afectan a nuestras empresas motores de la economía del siglo XXI, enfrascado ya en la tercera revolución industrial, la tecnológica.

Si las grandes potencias europeas supieron ver en el XIX el potencial de las máquinas de vapor y su aplicación a la industria, revolucionando la sociedad y el destino de su influencia mundial, en el XXI el viejo continente no han estado a la altura y es uno de los retos que debe afrontar en la próxima década. Según Josep Borrell, Ministro de Exteriores en funciones, que participó en el primer ciclo “Más Europa en el Mediterráneo”, celebrado en Casa Mediterráneo, “las empresas tecnológicas europeas no han sabido unirse para poder presentar una oferta fuerte en el mercado internacional, frente a las grandes estadounidenses y asiáticas. Ninguna empresa europea figura entre las seis más importantes del mundo y no nos podemos permitir perder el tren de la innovación tecnológica si queremos preservar nuestra civilización sostenida en las libertades, el progreso y la solidaridad”.

A la falta de competitividad en innovación, se une el problema migratorio ocasionado por las crisis de refugiados que huyen de la guerra de Siria, por el este, y de los subsaharianos que intentan llegar a Europa por el sur a través del mar, lo que se ha convertido en  una de las bazas electorales más recurridas por las diferentes candidaturas Mientras los partidos populistas nacionalistas euroescépticos de países fronterizos como son Hungría y Austria, así como la Italia de Salvini, abogan por medidas restrictivas como el cierre de fronteras y mayor freno a la integración, otros europeístas son partidarios de tirar de inmigración para hacer frente al déficit demográfico europeo.

Basura de plásticos en un puerto del Mediterráeno. Otro asunto que nos afectará y mucho en los próximo años es la política medioambiental que se decide desde la UE. La guerra al plástico decretada con la directiva que prohíbe la venta de productos de usar y tirar nos afectará y cómo en nuestro día a día, así como obligará a las empresas del sector a adaptar su producción. Por poner un ejemplo, en 2015 el 90% de las botellas de plástico deberán reciclarse. Por otra parte, la gestión de los residuos y las emisiones contaminantes es otro de los retos que se plantean desde Bruselas a la competitividad de las empresas de la unión, que deberán adaptarse a las normas que dictamina.  

Por tanto, no es baladí el voto que depositemos el domingo en la urna destinada a configurar el próximo Parlamento Europeo. Nuestro futuro y el de nuestros hijos se verá condicionado en muchos aspectos por las decisiones y políticas que se adopten a kilómetros de distancia de nuestros hogares en los próximos cinco años, una realidad de un mundo global, tanto tecnológico como comercial, donde los actores se simplifican en aspectos como la seguridad, de ámbito supranacional a disposición de los equilibrios de alianzas estratégicas.

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